La sostenibilidad, en España, acaba de cambiar de fase. El pasado 8 de abril se publicó el nuevo Real Decreto 214/2025, que entra en vigor el 28 de abril y redefine por completo el marco legal sobre la huella de carbono corporativa.
Si trabajas en una empresa —grande, mediana, pública o con objetivos de descarbonización— este decreto no es solo una norma más: es un mensaje claro del Gobierno y de la sociedad. Ya no basta con decir que haces las cosas bien: ahora hay que demostrarlo con datos, con rigor y con responsabilidad.
El 214/2025 no es una actualización técnica del antiguo RD 163/2014. Es una respuesta al contexto actual, donde cada vez más actores —clientes, inversores, entidades públicas— exigen transparencia climática real. Y no hablamos solo de buenas intenciones o compromisos vagos: hablamos de cálculos precisos, planes concretos y, si decides compensar, de hacerlo bajo criterios serios y reconocidos.
El MITERD (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) ahora lo deja claro: si quieres registrar tu huella de carbono, tienes que cumplir con una serie de requisitos que van mucho más allá de rellenar un formulario. Hay que medir, hay que reducir, y si decides compensar, hay que hacerlo bien.
El decreto establece que todas las organizaciones que quieran inscribirse en el registro oficial tienen que calcular, como mínimo, sus emisiones de alcance 1 y 2. Es decir, las emisiones directas que genera tu actividad y las indirectas derivadas del consumo de energía.
No basta con tener una estimación general. Hay que presentar un inventario anual de emisiones, usar metodologías reconocidas como el GHG Protocol o la ISO 14064, y definir claramente los límites de la organización: qué sedes, qué operaciones, qué parte de tu negocio entra en el cálculo.
Además, no solo se trata de medir. También debes presentar un plan de reducción, con acciones claras, responsables y con seguimiento. Porque lo importante aquí no es solo saber cuánto contamina tu empresa, sino qué vas a hacer con esa información.
Sabemos que esta es una de las grandes preguntas del sector. El decreto no obliga a reportar el alcance 3 —esas emisiones indirectas más difusas, como las que provienen de tus proveedores, el transporte de productos, los viajes de negocio o el uso de tus productos por parte de terceros—.
Pero sí lo recomienda, y lo hace con intención. Porque en muchas empresas, es ahí donde está el verdadero impacto climático. Ignorarlo es como mirar tu reflejo en un espejo roto: ves una parte, pero no la foto completa.
Además, cada vez más clientes, licitaciones públicas e inversores lo están pidiendo como requisito. Y los bancos también. Incluir el alcance 3, incluso si no es obligatorio, demuestra un compromiso serio, una gestión madura y una visión estratégica a largo plazo.
Otra duda frecuente: ¿hay que verificar externamente los datos? En general, no es obligatorio, pero sí recomendable. Ahora bien, en algunos casos específicos sí se convierte en un requisito legal: por ejemplo, si vas a solicitar ayudas públicas relacionadas con sostenibilidad, si eres una gran empresa (más de 250 personas o con cifras financieras considerables), o si decides incluir el alcance 3 y este representa más del 40 % del total.
En esos escenarios, no vale cualquier auditor. Tiene que ser una entidad acreditada bajo normas internacionales como la UNE-EN ISO/IEC 17029 y la UNE-EN ISO 14065. Porque si vas a decirle al mundo que estás reduciendo tu huella, más te vale que alguien serio lo certifique.
El Real Decreto establece obligaciones claras para ciertas entidades. Es obligatorio para todas aquellas empresas que están sujetas a la presentación de información no financiera (EINF), así como para los organismos públicos estatales. Es decir, no aplica solo a las grandes compañías del IBEX o a las eléctricas: también afecta a administraciones, universidades públicas y empresas públicas.
En el caso de las PYMES, la norma no las obliga por defecto, pero deja la puerta abierta: si una pequeña o mediana empresa quiere acceder a subvenciones públicas relacionadas con sostenibilidad, es posible que se le exija calcular y presentar su huella. También puede hacerlo de forma voluntaria, por estrategia, por coherencia con su propósito o porque sus clientes o grupos empresariales ya lo están pidiendo.
El registro nacional de huella de carbono se estructura en tres bloques: tu huella y compromisos de reducción, la compensación (si la haces), y los proyectos de absorción en los que participas. Para inscribirte necesitas, sí o sí, tu inventario de emisiones (con los alcances 1 y 2), tu plan de reducción y, si te aplica, la verificación externa.
La parte de compensación también tiene sus reglas. No vale con plantar cuatro árboles y decir que has compensado. Los proyectos deben estar registrados en el MITERD o ser equivalentes reconocidos oficialmente. Y además, tienen que cumplir con criterios como permanencia, adicionalidad y ausencia de fugas de carbono. En otras palabras: tienen que ser proyectos reales, con impacto medible y sostenido.
Lo más importante de todo esto no es solo evitar sanciones o tachar casillas de una lista. Lo importante es que las empresas que tomen el control de su huella y su información climática van a tener una ventaja competitiva clara.
Piénsalo: si ya tienes los datos organizados, los planes trazados y los documentos verificados, podrás responder a cualquier auditoría, cliente o financiación verde en tiempo real. Sin rehacer todo cada año. Sin correr. Sin improvisar.
Y además, podrás tomar mejores decisiones. Porque cuando mides bien, mejoras mejor. Y cuando mejoras, compites. Y ganas.
En Dcycle sabemos que esto puede parecer complejo. Por eso hemos creado una solución para que no tengas que volverte loco con Excel, ni con múltiples fuentes de datos, ni con normativas en PDF que nadie quiere leer.
Centralizamos todos tus datos ESG en un solo lugar, te ayudamos a calcular tus emisiones (de los tres alcances), aplicar metodologías reconocidas, crear tu plan de reducción, y —si lo necesitas— preparar la verificación externa.
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Carbon footprint calculation analyzes all emissions generated throughout a product’s life cycle, including raw material extraction, production, transportation, usage, and disposal.
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Some strategies require initial investment, but long-term benefits outweigh costs.
Investing in carbon reduction is not just an environmental action, it’s a smart business strategy.